Metamorfosis de antonia

En la casa paterna, Santiago y Antonia estaban ya cerca de los dieciséis y diecisiete años.

Santiago les dijo que quería irse al pueblo mas cercano a trabajar pues el campo no le atraía y luego irse a la ciudad grande a estudiar. Por su parte Antonia dijo que quería hacerse religiosa después de escuchar a algunas monjitas sus historias; consideraba que le llamaba la atención esa
vida de convento.
Santiago se casó con una buena mujer y encontró trabajo en una empresa que manejaba dinero de las nóminas de la ciudad.
Antonia entró al convento pero en realidad lo hizo para evadir la vida de campo que la esperaba si se casaba con un campesino. Era astuta y ambiciosa. Cursó los años de preparación que eran necesarios para hacerse religiosa y mientras tanto se daba cuenta cómo y cuando llegaba dinero a la comunidad y se preparaba para realizar su gran obra.


Llegó el día de profesar sus votos de pobreza castidad y humildad. Sus padres emocionados fueron a la celebración y ella se condujo como una perfecta mujer feliz jurando sobre el altar que cumpliría lo que le exigían para ser una dama consagrada al servicio de Dios.
Pasaron dos años y un buen día Antonia fue llamada a cuentas. Alguien la había estado observando y se dio cuenta que ella robaba continuamente parte del dinero que entraba al convento y la delataron. No hubo forma que confesara su delito, porque no tenían como demostrar aquello de lo que le estaban acusando. Se había dado sus mañas para esconderlo pero fue expulsada de la comunidad.
Ella tenía una amiga que le ayudaba con el robo y lo compartían. Le enviaba a sus padres mensualmente una suma determinada, diciéndoles que era maestra en el convento y que ese era su salario. De tal manera que los viejos nunca sospecharon que ese dinero era mal habido y por lo tanto con él, se sustentaban y ahorraban lo que les sobraba para cualquier necesidad.
Los padres fueron llamados por la directora del convento, para entregársela, y muy avergonzados
recibieron la noticia de lo que había hecho. Pero ella supo como enredarlos para que le creyeran y salió airosa con ellos llorando y muy triste porque según ella la habían expulsado sólo porque le tenían envidia porque era la más inteligente de todas las religiosas y no faltaba la que le hubiera levantado semejante calumnia.
Como pudo se hizo a un nombramiento como maestra en una vereda y de esa manera justificó el tiempo que había estado en el convento. A los tres años fue trasladada a la ciudad donde vivía su hermano Santiago y fue planeando poco a poco como robar la compañía donde él trabajaba.

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