LA MADREMONTE

Días después de nuevo salieron los hombres rumbo a la montaña para finalizar lo que habían comenzado. María les recomendó al despedirse, que llevaran tabaco para fumar pues en esos lugares, habitaba la Madremonte, que era un ser mitológico, a la cual no le gustaban los humanos, pero si sentía el olor a tabaco no se les acercaría.
En una ocasión estaban terminando de almorzar y entre risas y bromas, uno de ellos dijo que le parecía muy extraño cierto movimiento superficial que había notado en la tierra. Sigilosos se acercaron uno a uno y vieron que era una mujer cubierta de musgo, la que producía dicho movimiento. Estaba dormida. Se notaba que era muy alta y corpulenta y al lado de su cara había un gran sombrero hecho de hojas y plumas de colores. La mitad de su cara era humana y la otra mitad era como de vegetación.


El padre les hizo señas para que callaran y se alejaran silenciosos. Era la MADREMONTE. Como su nombre casi lo indicaba, guardiana de los montes. No era leyenda claramente. Era gigantesca y todo su cuerpo estaba cubierto de plantas. Ahí estaba descansando; pero cuando sintió ruidos extraños, se empezó a mover y ellos tomaron sus cosas y se alejaron con cuidado, y luego emprendieron una carrera tal, que ni el mismo diablo los pudiera alcanzar.

Antonio con su bejuco de adorote (planta de la selva) que llevaba en la cintura, empezó a dar latigazos a la tierra para que ella escuchara, y sintiera el olor de la planta; la madremonte le temía a esta planta pues si la amarraban con esa liana, moriría. La pobre, se alejó temerosa pero de vez en cuando volvía la mirada atrás y se detenía para ver si podría darse vuelta y de pronto los pudiera alcanzar. El viejo también recordó que llevaba el tabaco que su esposa le había entregado
y empezó a fumar para alejarla aún más.
Cansados de su enardecida carrera, se sentaron al pie de un río que habían encontrado, para beber agua y tomar un baño.
Llegó la noche y acomodaron su dormida un poco lejos del agua. A la media noche empezó una gran tormenta y el río con el ímpetu de sus aguas turbias, amenazaba desbordarse. Se escucharon gritos y bramidos sobrecogedores y llegaron a la conclusión, que ella, la madremonte, como estaba furiosa porque habían invadido sus terrenos, se había bañado en su cabecera y eso produjo
el enorme crecimiento del rio. Con sus bramidos y rugidos era como ella se hacía respetar como guardiana de los bosques y más que eso, como la guardiana del planeta tierra.
El nuevo día se anunció con los cantos de los pájaros, los sonidos de los animales y rápidamente se levantaron a continuar lo emprendido. El sol apareció radiante, y les mostró un lugar hermoso donde podrían trabajar la tierra para hacer su nueva casa.
Después de comer sus viandas, muy alegres empezaron a marcar territorio con sus palas y azadones, y vieron que sus sueños ya podrían hacerse realidad.

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