LA HUACA

Después de un día de descanso, nuevamente los hombres de la casa madrugaron, porque tenían que terminar lo que habían iniciado. Muy temprano salieron antes del alba, y se encaminaron hacia la tierra que ya habían dejado lista para construir su nuevo hogar.
Tomaron su desayuno y empezaron la faena en el terreno. Había mucho rastrojo aún en el suelo y se encontraron con una fuerte roca. El azadón más grande se utilizaba para estos casos porque a veces estas formas del terreno eran muy sólidas y sólo con ésta herramienta se podían romper.
Los tres hermanos y el papá se dedicaron a esto porque la roca era demasiado grande. Llegó el mediodía y aún no la habían derribado del todo. Se sentaron sobre las piedras grandes que había por ahí, algunas con abundante musgo y otras sólo con pequeños agujeros por donde salían muchos insectos y pequeñas ramitas como helechos diminutos.

Después del descanso, continuaron con su tarea. Finalmente lo hicieron pero notaron que entre los escombros empezaban a salir pedazos de cerámicas; entonces se pusieron de acuerdo para trabajar con cuidado por si encontraban alguna pieza entera, conservarla y llevarla con ellos.
Al poco tiempo se toparon con varios objetos completos, muy bellos. Eran ollas, floreros, jarras con asas que tenían figuras dibujadas sobre ellos; algunas tenían líneas de color café, otras de color naranja; sobre el color de la arcilla resaltaban y se veían muy bonitas.


Su sorpresa fue mayor aún, cuando encontraron un muñeco con figura de mujer. Se notaba claramente la redondez de la figura, y sobresalían sus pechos. Tenía en sus orejas unas pequeñas argollas que más tarde supieron que eran de oro.

Estaban muy emocionados cuando de repente al azadón de uno de ellos tropezó con algo metálico. Con las manos delicadamente buscaron y encontraron un casco como el de los guerreros antiguos que brillaba mucho; ellos creían que era de oro también.
Habían encontrado una huaca. Las huacas eran las tumbas que habían dejado los indígenas más poderosos, pues los sepultaban con todas sus riquezas. Sabían que podrían vender aquel hallazgo en la ciudad más cercana por un buen dinero, lo que les daría cierta libertad económica para realizar todos sus sueños.


Caía la noche y se acomodaron en sus esteras hechas de la cepa de la planta de plátano; para hacerlas utilizaban el tallo de las plantas mencionadas que ya habían dado su fruto y no producirían más. Le quitaban las primeras capas y las del centro las ponían a secar durante varios días. Al secarse tomaban de ellas tiras largas que luego trenzaban y formaban una especie de tapete llamado estera o esterilla.

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