Construyeron su rancho, como decían ellos, con un material llamado “bahareque”. Sin saberlo lo hicieron con un material sismo-resistente. Para los cimientos usaron piedras. Sus muros fueron hechos de guadua cortada, llamada esterilla; cubierta ésta (pañetada) con tierra amarilla revuelta con arena, cagajón, y, o, buñiga; las vigas del techo y los pisos las hicieron de madera rústica; las columnas de madera aserrada. El techo con tejas de barro.
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Sembraron la tierra con maíz y frijol; compraron dos vacas preñadas para tener producción de leche y queso; gallinas para tener huevos y reproducir estos animales para vender. Así fueron haciendo su finca con los sembrados que vendían a los vecinos y en el pueblo más cercano.
María esperaba ya su primer hijo y todos los días mientras prendía el fogón con la leña que Antonio madrugaba a cortar, escuchaba un raro sonido; como un viento muy fuerte que surcaba la casa, pero que se interrumpía por segundos. Siempre le preguntaba a su esposo a qué se debía ese sonido y él para no asustarla le decía que era un ave nocturna que regresaba a su nido a esa hora.
Una mañana que Antonio se quedó dormido pues había tenido fiebre la noche anterior María salió a cortar la leña. No bien había empezado a hacerlo, el ruido que escuchaba diariamente se iba acercando más y más y ella asustada observó de donde provenía. Era una especie de mariposa muy grande con las alas como del tamaño de sus brazos extendidos, parecidas a las de un murciélago pero de color gris casi transparentes. Se alteró mucho, y se recostó en la pared de la
casa para sostenerse, pero curiosa también para verla de cerca. Su cuerpecito era muy extraño, como el de una libélula pero mucho más grande. Su cara se parecía demasiado a la de un ser humano. Pasó a su lado sin enterarse de su presencia y María dedujo que era una de esas brujas de las que tanto hablaban sus padres, que habitaban aquellas regiones donde el hombre apenas empezaba a poner su pie.
No bien hubo entrado a la casa, Antonio ya la esperaba con una expresión maliciosa en su cara. Ella entre sorprendida y admirada le dijo que ya había visto la famosa “ave nocturna” que pasaba todos los días a esa hora de la mañana. El soltó una sonora carcajada y le dijo que esas apariciones eran propias en las montañas que apenas se empezaban a abrir.
A los pocos meses nació su primer hijo. Su llegada les hace recordar que en algún libro olvidado se mencionaba a un tal Augusto, héroe de mil batallas, y decidieron que así se llamaría su primogénito, lejos de imaginar siquiera lo que ese nombre significa: “el venerado hombre de carácter firme y justo”. A los dos años llegó el segundo y luego el tercero y así hasta completar casi una docena, de los cuales varios murieron antes de empezar a caminar siquiera.
Hombres y mujeres que formarían aquel clan familiar cuya educación dio como resultado una mezcla un poco rara y particular, dadas las características de cada uno; pocas veces semejantes; distantes, arrojados, atrevidos y atrevidas, y en algunos de la ralea, cualidades que les hacía parecer que no pertenecieran a ese clan.
Todos habían crecido con una gran imaginación pues los duendes, las hadas, los asustos, las brujas, el cachón, eran el tema de conversación en las reuniones con los vecinos y los familiares.
A la escuela, en esas regiones apartadas del mundo civilizado, sólo le correspondía enseñar a leer, a escribir y las cuatro operaciones básicas de matemáticas; mucho de religión para que fueran sometidos y resignados y no aprendieran a ser ricos, porque a eso, solo podían aspirar los dueños del pueblo. Además cuando el cura de la región predicaba en el púlpito decía que era más fácil que un camello pasara por el ojo de una aguja, que un rico llegara al cielo; pues entonces era mejor resignarse a ser pobre, para poder ir después de muerto al paraíso.
Antonio aventurero por vocación, atraído por la montaña, compró casi en la selva, un terreno extenso, pero como el mismo decía, tierra virgen para sembrar y recoger buenas cosechas.
Entre los dos esposos decidieron que el iría a romper la tierra con sus hijos mayores y ella se quedaría en casa con sus hijos más pequeños.