EL ROBO

Con la astucia y sagacidad que la caracterizaban, convenció a su hermano para que ejecutaran la estafa, dándole por excusa que él, había laborado demasiado tiempo en esa empresa y no le habían pagado lo justo y además con el usufructo de su robo podrían ayudar a sus padres y lo planearían de tal manera que ninguno de los dos saliera culpable.

Poco a poco fueron tramando su plan. Nadie sospecharía de Santiago dado que era un hombre ejemplar y llevaba muchos años trabajando allí.
El día del robo Antonia se hizo pasar por enfermera y se disfrazó de tal manera que nadie pudiera identificarla. Dijo que había sido llamada por alguien de la empresa que se sentía muy mal y como no podía abandonar su puesto de trabajo la había llamado a ella dado que la conocía de tiempo atrás.
El supuesto enfermo era su hermano, que ya se había dado sus mañas para apropiarse de una gran suma de dinero que al día siguiente, debía distribuirse como pago mensual entre los empleados de varias empresas de la ciudad.


Santiago acostumbraba llevar todos los días su almuerzo en un pequeño maletín, pues vivía muy lejos de su empleo. Allí después de almorzar depositó el dinero sustraído y nadie lo revisaba porque confiaban plenamente en él, por su excelente trayectoria como empleado.
La supuesta enfermera fue invitada a seguir dando la explicación necesaria y de inmediato fue llevada a atender a Santiago quien manifestaba un gran dolor en el pecho y síntomas de infarto, por lo cual fue enviado a la enfermería y allí fue atendido por ella. Antonia pidió que la dejaran a solas con el paciente y con el debido respeto fue acatada su orden y de esa manera su hermano le
entregó lo sustraído.
Ella guardó el dinero en su botiquín que llevaba vacío; atendió durante el tiempo adecuado a Santiago. Luego llamó a su jefe y le explicó que el paciente manifestaba signos de mucho estrés y por lo tanto se confundían con síntomas de infarto. Que ella solo había considerado necesario aplicarle una inyección para calmarle los nervios y le recomendaba que tomara un buen descanso.
Después de despedirse del enfermo salió como si nada y se perdió en las calles de la ciudad. Lejos del citado encuentro se deshizo de su disfraz y lo quemó en una calle solitaria y se dispuso a irse a su casa.
Entre tanto Santiago se sentía muy nervioso y angustiado por lo sucedido y comprendió que no debía haber procedido de esa manera. No entendía como se había dejado convencer de su hermana para cometer aquel acto ilícito. Fue tanto su arrepentimiento que en verdad se enfermó y pidió permiso para retirarse antes de tiempo.
En el camino a casa reflexionó y se fue en busca de Antonia para pedirle que le devolviera el dinero robado pero no la encontró. Ya había desparecido y la familia con la cual vivía le dijo que se había ido de viaje y no sabían cuando regresaría pues había pedido licencia en el magisterio para irse a descansar unos días. Sintió que el mundo se le venía encima. Le tocaba afrontar a él lo que pasara. No podía entender porque Antonia lo había abandonado, si el hecho se había realizado
entre los dos. Se llenó de coraje y no tuvo mas remedio que pensar como enfrentaría lo sucedido.
Al día siguiente llegó a la empresa y los dueños estaban acompañados de muchos policías. El se hizo el ingenuo y preguntó que pasaba. Los empleados estaban alterados y preocupados y le contaron que había sucedido algo terrible. Se habían robado el dinero de la nómina, y aun no tenían sospechas de nadie. Santiago perdió las fuerzas y sintió que iba a desmayarse.
Uno de sus compañeros le preguntó si sentía mal y el le contestó que había tenido una mala noche debido a que desde el día anterior su salud no marchaba bien.
Pasaron dos meses y de repente llamaron a Santiago a presentarse a la fiscalía. Su hermana había desaparecido y él, día a día se iba desgastando más por aquella inquietud que no lo abandonaba.
Pero ese día, se dio cuenta que todo estaba perdido para el. Perdió el sentido y no supo quien lo trasladó ante el juez. Habían encontrado pistas que lo señalaban como autor de aquel robo. No tuvo ni las ganas ni la fuerza para negarlo porque no sabía como defenderse. Antonia había huido y el tenía que hacerle frente a este difícil momento.
Decidió echarse toda la culpa para no lastimar mas a sus padres acusando a su hermana.
Alegó en su defensa que el día del robo el mismo había sido robado por la enfermera que lo había atendido; lo amenazó con un arma y el no tuvo mas remedio que entregarle el dinero.
Fue condenado a tres años de prisión pero por buena conducta se le redujo la pena a un año y medio.
Sus padres y su esposa iban con frecuencia a visitarlo pero su hermana, la última de la ralea, continuaba sin aparecer.
Cuando salió de la cárcel su esposa le tenía una gran sorpresa.
Había adoptado un niño que habían recibido las religiosas del pueblo, pues su madre se lo entregó a ellas para no dejarlo abandonado y le prometieron que lo darían en adopción.
Su esposa era una mujer encantadora. Alegre, amorosa, generosa. Su nombre era Amelia y cuando las monjitas le propusieron adoptar al niño, ella sin dudarlo un momento les dijo que si. Su esposo estaría feliz pues solo habían tenido dos hijas y el anhelaba tener un hijo varón. Pero a ella en el segundo parto, le había sido extirpado el útero y no podía tener más hijos.
Camino a casa ella le contó lo sucedido. El le reprochó porque no le había contado antes, pero Amelia argumentó que para evitarle preocupaciones pues ella era la que sostenía los gastos de la casa mientras el salía de prisión. Le había puesto por nombre Abel.

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