ALBERTO

El mencionado fulano todos los días pasaba por el frente de la casa de Francisca en un hermoso caballo blanco; era un hombre apuesto y arriesgado. Ella aun era muy joven y se hizo notar de él. A los pocos días de conocidos, él empezó a frecuentarla y ella se enamoró perdidamente de aquel hombre.
Era navidad y en el pueblo se celebraban las fiestas de la virgen bajo una de sus advocaciones, y los principales del lugar para tener idiotizados a los lugareños les ofrecían fiesta gratis con música campesina, licor y además con la pólvora que enardecía a todo el populacho. El día dedicado a la virgen se hacían castillos de fuegos artificiales y todos los habitantes se reunían alrededor del parque. Los que vivían en el marco de la plaza ofrecían su casa a familiares y allegados para que tuvieran como quien dice «palco preferencial».
El encargado de iniciar la feria era el acalde, “a mucho honor” o el inspector de higiene, o el guardián de la cárcel, y el pueblo enloquecía. Luego de terminar la quema del castillo, se prendía la culebrilla que era una especie de serpiente hecha de pólvora.


Sobre un papel se regaba el explosivo y a cada metro de distancia, más o menos, se ponía un taco de dinamita. Esto lo hacían alrededor de la plaza y los hombres más osados, cuando la prendían, saltaban con sus caballos sobre ella mientras llegaba el fuego. Los espectadores se iban retirando, no sin miedo, para dejar que los arriesgados hicieran su teatro y para resaltar la bravura de aquellos que se atrevían a desafiar la muerte. Uno de ellos era Alberto. Su osadía hizo que Francisca se enamorara aun más de él, pues ya era muy reconocido en el lugar.

Estas fiestas dejaron tristes recuerdos en la región pues mas de un chico perdió la vida; algunos sus manos o sus ojos por acercarse demasiado a aquellas peligrosas y atrevidas celebraciones, pero la gente indiferente continuaba esperando cada año con gran emoción las fiestas de la patrona y los que habían sufrido pérdidas de familiares o lesiones graves por este motivo, no tenían la forma de impedirlo.
Alberto se convirtió en el confidente de Francisca y ella le contó cómo se había hecho rica, a pesar que su hermana Guillermina le había advertido que fuera prudente y que no lo hiciera, porque a lo mejor el hombre le quitaba su dinero.
Alberto también supo que su cuñada no lo quería porque desconfiaba de él y en muchas ocasiones trató de asustarla pasando por la cuadra donde vivía, montado en su hermoso caballo, en estado de embriaguez y echando tiros al aire; pero Guillermina era una mujer sin temores como había aprendido de su padre y también por su carácter fuerte; de tal manera que esto no la amedrentaba.
Francisca contrajo matrimonio con Alberto y a los pocos meses quedó embarazada. Poco a poco su marido fue convenciéndola para que le entregara su fortuna y fue así como se hizo a varias casas de prostitución y cantinas a su propiedad y se fue alejando de ella.
Pero Francisca ya sabía como deshacerse de Alberto. Después de haber dado a luz a su hija se encargó del asunto y unos días mas tarde su esposo fue asesinado; nunca se supo quien fue el culpable.
Guillermina y su familia velaron en su casa el cuerpo de Alberto y éste, aún después de muerto guardaba rencor con ella. Cuando estaban en el velorio, Guillermina se acercó a la caja de madera donde estaba el cuerpo del difunto. De pronto ella sintió que una energía pesada estaba a su lado.
Sintió perfectamente una respiración fuerte y agitada en su nuca. Indudablemente era Alberto que se despedía de ella de esa manera. Esos asustos eran propios de esa época y eran muy frecuentes.
Ella lo que hizo fue rezar un padrenuestro por su alma para que descansara en paz.
Doblaron las campanas tres veces llamando al funeral de Alberto y en la iglesia con la celebración fúnebre lo despidieron de este mundo.
El difunto tenía muchos amigos bandoleros en el pueblo y ellos querían vengar su muerte.
Sospechaban que Francisca podría ser la autora intelectual del hecho, ya que pocos días atrás lo había amenazado públicamente cuando lo encontró abrazado, besando a una de las mujeres que trabajaban para él; además era de conocimiento público que ella también había pagado para que asesinaran a su primer esposo.
En una ocasión Guillermina salía de misa y en el atrio de la iglesia había dos hombres enruanados que hablaban entre si y ella vio cómo la miraban insistentemente; alcanzó a escuchar cómo uno de ellos le decía al otro: “esta no es, la otra es más bajita”. Claramente la habían confundido con su hermana Francisca por su gran parecido físico. A Guillermina le recorrió un sudor frio todo el cuerpo; discretamente se hizo al lado de otra señora que también había salido del templo, la cogió del brazo diciéndole que por favor la acompañara a su casa pues se sentía muy mal.
Le contó a su esposo lo sucedido y todos los días continuaron yendo juntos a la iglesia para que los fulanos supieran que la estaban confundiendo con su hermana.
Así se lo hizo saber a Francisca; ésta se asustó demasiado pues era evidente que la estaban siguiendo para hacerle pagar la muerte de Alberto, y no tuvo más remedio que irse a vivir a un lejano sitio donde nadie la conociera.

Translate »